"La llamada"

"La primera vez que fuí a los hombres cometí la estupidez propia de los que han vivido en soledad, la grande estupidez de hablar en la plaza pública.
Y hablando a todos no hablé a nadie. A la noche, mis compañeros fueron volatineros y cadáveres; y poco faltó para que yo mismo fuera cadáver.
Mas al despuntar el nuevo día se me reveló nueva verdad; entonces aprendí a decir: ¡Que me importan la plaza y la plebe y el bullicio y las orejas largas de la plebe!
Hombres superiores, aprended de mí esta lección: en la plaza nadie cree en hombres superiores. Y si os empeñáis en hablar allí, daos el gusto; pero la plebe dice guiñando un ojo: "Todos somos iguales".
"Hombres superiores", dice al plebe guiñando un ojo, "no hay hombres superiores; todos somos iguales, hombre es hombre; ¡ante Dios todos somos iguales!
¡Ante Dios!- ¡Pero este Dios ha muerto! Mas ante la plebe no queremos ser iguales. ¡Hombres superiores, no vayáis a la plaza!"