
Abandoné por completo el estudio de las letras y, decidido a no buscar otra ciencia que aquella que pueda encontrar en mí mismo o en el gran libro del mundo... frecuentar la sociedad de personas de diversos humores y condiciones, recoger diversas experiencias, ponerme a mí mismo a prueba en las circunstancias que la fortuna me proporcione, y a reflexionar en toda ocasión sobre las cosas que se me persenten de tal manera que pueda sacar de ellas algún provecho. Porque me parece que puedo encontrar mucha más verdad en los razonamientos que cada uno hace a propósito de los asuntos que le importan, en los cuales no tardará la realidad en castigarle si ha juzgado erróneamente, que no en los que hace un hombre de letras en su gabinete acerca de especulaciones que no producen efecto alguno, y que no tienen para él otra consecuencia que la de hacerle, tal vez, sentirse más envanecido cuanto más alejadas estén del sentido común, puesto que habrá tenido que emplear tanto más ingenio y artificio para tratar de volverlas verosímiles. Y tener siempre un deseo extraordinario de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, con el fin de ver así claro en mis propias acciones y caminar con seguridad por esta vida... estudiar también en mí mismo y emplear todas las fuerzas de mi espíritu en la elección de los caminos que he de seguir.